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Dice la OIT: LAS MUJERES CONSTITUYEN EL GRUESO DE LOS TRABAJADORES MAS POBRES

GINEBRA (Noticias de la OIT) - Aunque dedican más tiempo a sus actividades laborales, la remuneración de las mujeres es en promedio 25 por ciento inferior a la de los hombres; no obstante, las trabajadoras han conseguido importantes avances al entrar a competir en sectores profesionales en los que, a nivel mundial, hasta hace poco predominaban los varones, indica un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Comunicado de prensa | 30 de julio de 1996

GINEBRA (Noticias de la OIT) - Aunque dedican más tiempo a sus actividades laborales, la remuneración de las mujeres es en promedio 25 por ciento inferior a la de los hombres; no obstante, las trabajadoras han conseguido importantes avances al entrar a competir en sectores profesionales en los que, a nivel mundial, hasta hace poco predominaban los varones, indica un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). *

"El punto fundamental es que, si bien más y más mujeres se incorporan a la fuerza de trabajo, la gran mayoría de ellas pasan directamente a engrosar las filas de los trabajadores de menores recursos", dice la Sra. Lin Lim, autora del informe de la OIT. "Las actividades económicas de las mujeres siguen concentradas fundamentalmente en modalidades de empleo escasamente remuneradas, de baja productividad y de gran precariedad."

A nivel mundial, las mujeres representan el 70 por ciento del total de la población pobre y el 65 por ciento de los analfabetos.

El informe de la OIT, que lleva por título More and better jobs for women - an Action Guide, muestra que hoy, en el mundo, más del 45 por ciento de todas las mujeres de 15 a 64 años de edad son económicamente activas. En los países industrializados, más del 50 por ciento de las mujeres tienen un trabajo asalariado, frente a alrededor de 37 por ciento en Europa occidental y 30 por ciento en los EE.UU. hace sólo veinte años.

Entre las principales conclusiones del informe figuran las siguientes:

  • Tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo, en sectores distintos de la agricultura, la mayoría de las trabajadoras perciben en promedio remuneraciones que corresponden a tres cuartos del salario pagado a los hombres por un mismo trabajo; por ahora, nada indica que esta diferencia se esté reduciendo.
  • En muchos países industrializados, las tasas de desempleo femenino son 50 a 100 por ciento superiores al desempleo de los varones.
  • A nivel mundial, las mujeres ocupan menos del 6 por ciento de los puestos de trabajo de nivel directivo superior.
  • En los 28 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) - cuyos miembros más importantes son Estados Unidos, Canadá, Japón y los países de Europa occidental - el ritmo de crecimiento de la fuerza de trabajo femenina fue, entre 1980 y 1990, el doble del crecimiento de la fuerza de trabajo masculina.
  • Siete de los ocho millones de personas que se incorporaron a la fuerza de trabajo en Europa occidental en el período 1980-1990 eran mujeres.
  • En Asia oriental y sudoriental, las mujeres representan hasta el 80 por ciento de la fuerza de trabajo en las zonas francas de exportación.
  • En los países desarrollados, las mujeres trabajan por lo menos dos horas más a la semana que los hombres; es frecuente que esta diferencia sea de hasta cinco a diez horas por semana;
  • En los países en desarrollo, las mujeres dedican entre 31 y 42 horas por semana a actividades laborales no remuneradas (trabajo familiar), mientras que los hombres dedican de cinco a quince horas a esa modalidad de trabajo.

Michel Hansenne, Director General de la OIT, describe la creciente participación de las mujeres en la mano de obra mundial en los siguientes términos: "Su fuerza de trabajo relativamente barata ha servido de piedra angular para la industrialización y la competitividad internacional de muchos países en desarrollo."

El informe subraya que las mujeres han obtenido algunas mejoras efectivas, especialmente en los países industrializados. Entre tales logros figuran:

  • Se ha impuesto una fuerte tendencia hacia una mayor representación femenina en los puestos de dirección y gestión, así como en empleos de categoría profesional y técnica, sobre todo en los países desarrollados, América Latina y el Caribe.
  • Algunas mujeres han logrado romper las barreras tácitas que les impedían acceder a puestos de alta dirección.
  • En los Estados Unidos, las mujeres están creando sus propias empresas a un ritmo muy superior al de los hombres;
  • Muchos países, tanto en regiones desarrolladas como en regiones en desarrollo, han promulgado leyes que establecen la igualdad de remuneraciones entre hombres y mujeres.
  • La introducción de mejoras en las condiciones de trabajo - entre ellas, los servicios de guardería y la organización del trabajo según modalidades compatibles con las obligaciones familiares - y en la protección social de algunas categorías de trabajadoras, han permitido que éstas puedan conciliar la actividad laboral y las responsabilidades familiares.
  • Ha aumentado la afiliación sindical de las mujeres; por su parte, los sindicatos se ocupan en forma creciente de los problemas de las trabajadoras.
  • En muchos países, la negociación colectiva ha servido para fomentar la igualdad entre trabajadoras y trabajadores.

No obstante, dice Michel Hansenne, "la igualdad de oportunidades y de trato para las mujeres en el empleo sigue siendo una meta que hay que esforzarse por alcanzar en todo el mundo."

El desempleo afecta más a las trabajadoras

Una de las consecuencias de la recesión económica mundial de comienzos del presente decenio ha sido el aumento desproporcionado del desempleo femenino en la mayoría de los países y regiones del mundo. En cerca de dos tercios de los países industriales, las tasas de desempleo de las mujeres son entre 50 y 100 por ciento superiores al desempleo masculino. El desempleo es también más importante entre las mujeres de Europa oriental, salvo en Hungría, Lituania y Eslovenia.

Los datos conocidos del desempleo declarado indican que las tasas de desocupación femenina son superiores a la masculina en el África subsahariana, América Latina, el Caribe y varios países asiáticos.

En el año 2.000, la proporción de mujeres en la fuerza de trabajo de muchos países industrializados será prácticamente igual a la proporción de varones. Por otra parte, aunque las mujeres constituyen apenas el 31 por ciento de la fuerza laboral de los países en desarrollo - considerablemente menos que en los países industrializados - hay indicios de que su presencia en el mercado de trabajo está aumentando.

En Europa oriental, la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo ha sido tradicionalmente elevada, superior al 50 por ciento, situación que no ha cambiado a pesar de la transición económica en curso. En Asia sudoriental, la proporción de trabajadoras pasó de 49 a 54 por ciento, y en el Caribe, de 38 a 49 por ciento. En Asia meridional, el 44 por ciento de las mujeres ejercen una actividad laboral, frente a sólo 25 por ciento hace veinte años.

Incluso en regiones en que la participación femenina en la fuerza de trabajo es comparativamente reducida, el incremento porcentual ha sido considerable, pasando, por ejemplo, de 22 a 34 por ciento en América Latina, y de 8 a 21 por ciento en África septentrional. En el ámbito regional, sólo los países del Golfo siguen resistiendo a la tendencia hacia una mayor participación de las mujeres en el empleo, si bien se registra un crecimiento sostenido de la migración de trabajadoras hacia esta región.

El estudio de la OIT también ha puesto de manifiesto que gran parte del aumento de la fuerza de trabajo femenina de los países industrializados se ha registrado en el empleo a tiempo parcial. En los países de la OCDE, entre el 65 y el 90 por ciento de los trabajadores a tiempo parcial son mujeres.

En los países que no forman parte de la OCDE, las mujeres tienden a ocuparse en el sector informal (o sea, ocupan puestos de trabajo mal remunerados en actividades no reglamentadas), más que en actividades a tiempo parcial. Por ejemplo, en África, más de un tercio de las mujeres ocupadas en actividades no agrícolas trabajan en el sector informal; esta proporción llega a 72 por ciento en Zambia y a 65 por ciento en Gambia. También en otros países se registran elevadas tasas de mano de obra femenina en el sector informal, por ejemplo, 80 por ciento en Lima, Perú, 65 por ciento en Indonesia y 41 por ciento en la República de Corea.

Discriminadas desde la infancia

La discriminación en la enseñanza es uno de los principales factores de pobreza y desempleo entre las mujeres. Estas representan más de dos tercios de la población analfabeta mundial (cerca de 1.000 millones de personas). En Benin, Burkina Faso, Guinea-Bissau, Malí, Mozambique, Níger, Senegal y Togo, en África, y en Afganistán y Nepal, en Asia, más del 90 por ciento de las mujeres de 25 y más años de edad no han asistido nunca a la escuela. El 60 por ciento de los niños que, en todo el mundo, no tienen acceso a la enseñanza primaria (cerca de 100 millones) son niñas.

El informe señala que, incluso en los países donde las niñas tienen acceso a la educación y a la formación profesional, muchos establecimientos les siguen ofreciendo calificaciones profesionales estereotipadas, como mecanografía, enfermería, costura, servicios de hotelería y restauración, en vez de competencias de índole científica o técnica. Además, en los países más pobres, las niñas están más expuestas que los varones a interrumpir o abandonar su escolaridad para dedicarse a tareas domésticas, no obstante las ventajas evidentes que una mayor educación entraña para las mujeres.

"Ha quedado demostrado que, por cada año de escolaridad, los ingresos de las mujeres aumentan en cerca de 15 por ciento, frente a 11 por ciento para los hombres; que la tasa de fertilidad disminuye entre 5 y 10 por ciento y que se reduce en 43 el número de muerte infantiles por 1.000 mujeres", dice Lin Lim.

El informe sostiene que la discriminación contra las mujeres se registra tanto en las aulas como en el lugar de trabajo. Entre las formas más flagrantes de discriminación en el mercado de trabajo se cita "la desigualdad en la contratación y la promoción, en el acceso a la formación y a la readaptación profesional, en el acceso al crédito y a otros recursos productivos y en la remuneración por trabajos de valor igual, así como la discriminación profesional y la desigual participación en la toma de decisiones en materias económicas."

Un ejemplo notable de concentración de las mujeres en los sectores menos remunerados de la economía es la industria de la confección, en la que más de dos tercios de la fuerza de trabajo total son mujeres, y que absorbe a casi un quinto de la fuerza de trabajo femenina total empleada en la industria manufacturera.

Incluso en sectores mejor remunerados, las mujeres ocupan los niveles inferiores de la escala de salarios. En conjunto, cerca de dos tercios de las mujeres empleadas en la manufactura están calificadas como obreras, operadoras y trabajadoras de producción; sólo el 5 por ciento ocupan puestos profesionales y técnicos, y 2 por ciento, cargos administrativos y de dirección.

En el sector de los servicios, que ocupa a la mayoría de las mujeres, éstas siguen concentrándose en los tramos inferiores de las categorías de empleo y de las escalas salariales, o cerca de éstos.

Más trabajo y menos paga: los empleos "para mujeres"

La discriminación ocupacional por motivos de sexo sigue siendo un fenómeno importante en todas las regiones del mundo, independientemente de su nivel de desarrollo. El informe de la OIT cita datos relativos a unas 500 ocupaciones no agrícolas en los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, que muestran que cerca del 45 por ciento de la fuerza de trabajo se reparte en ocupaciones en que, al predominar en ellas criterios de discriminación sexual, por lo menos un 80 por ciento de los trabajadores son ya sea hombres, ya sea mujeres. En el Japón, las mujeres constituyen el 95 por ciento de la fuerza laboral en categorías ocupacionales como personal de servicios generales, administrativos o de enfermería en los hospitales, personal de enseñanza parvularia, personal doméstico y de servicios de limpieza, y personal de locales de entretenimiento.

"No sólo se ofrecen diferentes ocupaciones según el trabajador sea hombre o mujer", dice Lin Lim, "sino que el trabajo de los varones es mejor remunerado y considerado; por ejemplo, la mayoría de los administradores del sistema escolar y de los médicos son hombres, mientras que la mayoría del personal docente y de enfermería son mujeres."

En Asia oriental y sudoriental, las mujeres constituyen hasta el 80 por ciento de la fuerza de trabajo en las zonas francas de exportación. En América Latina y el Caribe, el 71 por ciento de las trabajadoras se concentran en el sector de servicios, pero se estima que también es elevada la proporción de trabajadoras no declaradas en la industria manufacturera. En Asia y África, la mayoría de las trabajadoras (más del 80 por ciento en África subsahariana) están ocupadas en el sector agrícola - que suele pagar los salarios más bajos - y más de un tercio de las mujeres empleadas en actividades no agrícolas trabajan en el sector informal. A pesar del predominio de la mano de obra femenina en la agricultura, se ha calculado que las mujeres se benefician de apenas el 5 por ciento del crédito rural otorgado por los bancos multilaterales.

La presencia predominante de las mujeres en la mano de obra del sector informal suele obedecer a que es allí donde se pueden encontrar empleos, a menudo remunerados con salarios de miseria. Por ejemplo, en la República Dominicana el 70 por ciento de las mujeres ocupadas en el sector informal perciben ingresos por debajo del umbral de la pobreza.

El informe hace notar que en todas las regiones del mundo las mujeres cumplen más horas de trabajo que sus compañeros de trabajo varones, pero perciben salarios inferiores: "a nivel mundial, sus ingresos sólo se sitúan entre el 50 y el 80 por ciento de las remuneraciones obtenidas por los hombres". En los países desarrollados, las mujeres trabajan por lo menos dos horas a la semana más que los hombres, y no es raro que la diferencia llegue a cinco o diez horas. En Australia, Canadá y Alemania, la carga horaria semanal de hombres y mujeres es más o menos igual; en cambio, en Italia las mujeres trabajan 28 por ciento más de horas que los hombres, en Austria, 12 por ciento más y en Francia, 11 por ciento. En el Japón, el tiempo que las mujeres dedican a trabajos no remunerados es nueve veces superior al de los hombres.

En Kenya, las mujeres ocupan hasta diez veces más tiempo en labores domésticas que los hombres. En la India, las mujeres y las niñas pasan por lo menos 20 horas más que los hombres cumpliendo tareas domésticas. Según el informe, las responsabilidades familiares casi siempre recaen con mayor intensidad sobre los hombros de las mujeres, "incluso de aquel reducido número de trabajadoras que, en razón de su educación y sus calificaciones, pueden aspirar a ocupar puestos de trabajo de nivel superior."

Mejores empleos y mejores condiciones de trabajo para las mujeres

El informe, publicado como una de las contribuciones de la OIT al seguimiento de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Pekín, 1995) y de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social (Copenhague, 1995), hace hincapié en la necesidad de tomar medidas concretas: "No basta con incrementar las posibilidades de empleo de las mujeres; hay que emprender acciones encaminadas a mejorar las condiciones contractuales y materiales del empleo." Cuando se tomen medidas para mejorar la calidad del empleo ofrecido a las mujeres se deben tener en consideración las siguientes cuestiones, todas las cuales son objeto de normas internacionales del trabajo:

  • Hay que hacer respetar el principio de la remuneración igual por un trabajo de valor igual. Esto es imprescindible para eliminar las diferencias salariales entre hombres y mujeres practicadas en una misma empresa o rama de actividad, y para reducir las grandes diferencias entre los empleos "femeninos" y los empleos "masculinos" que subsisten en el mundo del trabajo, escenario de marcadas discriminaciones por motivos de afiliación sexual.
  • Hay que mejorar las condiciones de salud y seguridad en el trabajo de las mujeres, es decir, atenuar y eliminar los riesgos ambientales y laborales, en especial los que afectan a las mujeres embarazadas y a las madres que amamantan, y tomar medidas para reducir el estrés profesional generado por, entre otros factores, "las jornadas de trabajo prolongadas, la monotonía de las cadenas de montaje y el acoso sexual".
  • Hay que tomar medidas encaminadas a reducir la vulnerabilidad en el mercado de trabajo, especialmente para aumentar la seguridad en las modalidades de trabajo atípico o del sector informal. Las mujeres suelen verse obligadas a aceptar formas peculiares de empleos, que suponen, por ejemplo, trabajar a tiempo parcial o a domicilio, lo que obedece a la necesidad de armonizar la actividad profesional con las responsabilidades familiares. El riesgo reside en que modalidades de trabajo como éstas son precarias y no están amparadas por los regímenes de seguridad social.
  • Hay que garantizar la libertad de asociación y el derecho de sindicación y de negociación colectiva. Para las mujeres que trabajan en el sector informal, la acción colectiva es crucial, especialmente a través de los sindicatos; por otra parte, en las negociaciones colectivas hay que dar mayor importancia a los problemas de las trabajadoras. Para las mujeres ocupadas en formas atípicas de empleo, en el sector informal o en actividades rurales, la organización y la movilización de base es un importante medio de afirmación social.
  • Hay que aplicar una reglamentación adecuada del mercado de trabajo, que debería tener en cuenta las necesidades de las mujeres en materia de flexibilidad laboral, de medidas de protección especiales en esferas como la maternidad y el cuidado de los hijos y de medidas encaminadas a eliminar la nefasta desigualdad de oportunidades y de trato entre trabajadores y trabajadoras.

Ofrecer más y mejores puestos de trabajo a las mujeres supone además que exista un entorno macroeconómico propicio y que se disponga de información veraz y realista, a fin de poder elaborar políticas coherentes, eficaces y compatibles con el progreso de las mujeres. Dichas políticas deben tener en consideración el marco jurídico, los mecanismos de aplicación, los factores culturales y el nivel de conciencia del público. El éxito de su puesta en práctica requiere de un marco legal favorable, de enérgicos mecanismos de aplicación y de una amplia sensibilización y apoyo del público.