Desigualdades

Día Mundial de la Justicia Social 2013: Mensaje del Director General de la OIT

Declaración | Ginebra | 20 de febrero de 2013
Director General de la OIT, Guy Ryder
La recuperación económica mundial está en un equilibrio inestable. Para inclinar la balanza a favor del crecimiento y el desarrollo sostenibles es necesario hacer frente a la injusticia social. Las palabras que mejor transmiten mi mensaje son las que figuran en la Constitución de 1919 de la OIT: “La paz permanente sólo puede basarse en la justicia social”.

Hoy existe una sensación generalizada de profunda injusticia en la que se está pidiendo a los más débiles que hagan los mayores sacrificios. La justicia social tiene un carácter multidimensional; sin embargo, al igual que a finales del siglo XIX, el mundo del trabajo es hoy el núcleo del descontento y debe formar parte integrante de la solución, configurando un orden mundial diferente y más justo para el futuro.

El modelo de globalización impulsada por las finanzas que dio lugar al colapso financiero de 2008 ha dejado a su paso un desempleo masivo, subempleo y reducciones de los salarios y las prestaciones sociales en muchos países. Esto ha creado un panorama mundial desolador:

  • Las desigualdades sociales y económicas, en sus múltiples formas, están aumentando.
  • Unos 20.000 millones de mujeres y hombres están desempleados.
  • Otros 870 millones de mujeres y hombres —la cuarta parte de los trabajadores de todo el mundo—trabajan, pero sus ingresos no les permiten ni a ellos ni a sus familias superar el umbral de la pobreza de los 2 dólares al día por persona.
  • Unos 74 millones de mujeres y hombres jóvenes están desempleados. El desempleo de los jóvenes alcanza niveles alarmantes en varios países de Europa y África Septentrional. El tiempo durante el cual los jóvenes permanecen desocupados está aumentando, y las secuelas del desempleo juvenil pueden durar toda la vida.
  • Además del desempleo de las mujeres y los hombres jóvenes, sigue habiendo trabajo infantil.
  • También persiste el trabajo forzoso —en su intento por escapar del desempleo y la pobreza en sus lugares de origen, muchas mujeres y hombres están cayendo en manos de traficantes de seres humanos, quienes los someten a formas modernas de esclavitud—.
  • El 80 por ciento de la población mundial no tiene una cobertura adecuada de seguridad social, y más de la mitad carece por completo de dicha cobertura.
  • La discriminación, en sus muchas manifestaciones, está impidiendo que cientos de millones de personas, especialmente mujeres, desarrollen su potencial y contribuyan en pie de igualdad al desarrollo de nuestras sociedades y economías.
  • Asimismo, en muchos países se impide constituir sindicatos y afiliarse a ellos a las trabajadoras y los trabajadores que intentan ejercer su derecho a sindicarse libremente para defender la justicia y la dignidad en el trabajo.

Con el pleno empleo, la interdependiente economía mundial obtendría resultados mucho mejores. Sin embargo, en la situación actual, se corre el grave peligro de recurrir a políticas de “empobrecimiento del vecino”, como medidas de protección del comercio y devaluaciones monetarias competitivas, así como a recortes salariales y ajustes fiscales. Esto perjudicaría a todo el mundo, ya que supondría el debilitamiento de las economías, el aumento de los déficits y el agravamiento de las desigualdades sociales.

A pesar de este panorama deprimente, existen signos alentadores de un deseo de invertir la tendencia. Algunas de las sociedades más desiguales del mundo están afrontando el desafío de aplicar políticas sociales inteligentes, que también constituyen una inversión en una recuperación centrada en las personas.

Algunos países en desarrollo de Asia y América Latina, por ejemplo, están invirtiendo en pisos de protección social más sólidos y en sistemas de fijación de salarios mínimos. Estas políticas ya están contribuyendo a reducir las disparidades sociales y a impedir que la economía mundial caiga en una doble recesión. Para poner en marcha la inversión y la recuperación se requiere un esfuerzo ingente y concertado, especialmente por parte de los más poderosos y fuertes, a fin de lograr que el poder adquisitivo llegue a manos de quienes más lo necesitan.

La cooperación internacional y la coordinación de políticas a favor de la recuperación también deben orientarse hacia un desarrollo mundial integrador, equitativo y sostenible. Se trata de un proceso dinámico y transformador. Debe ser una respuesta productiva que ponga énfasis en la generación de empleo pleno y productivo y trabajo decente para todos, por ejemplo mediante el apoyo a las pequeñas y medianas empresas. Se debe reconocer que el respeto de los derechos fundamentales en el trabajo permite desarrollar el potencial humano y contribuye al desarrollo económico, al igual que los pisos de protección social. El compromiso con la creación de una cultura del diálogo social también contribuye a generar políticas justas, equilibradas e integradoras.

Esto es lo que sustenta la legitimidad y la sostenibilidad de las sociedades abiertas y de la economía mundial.

Por todo ello, es indispensable intensificar la lucha mundial a favor de la justicia social. También debemos hacerlo por nuestro propio interés común.

Reafirmamos hoy nuestro compromiso con el trabajo decente para todos en el contexto del desafío mundial de hacer realidad la justicia social y una globalización equitativa.